Cuenta Daniel Goleman en su libro de Inteligencia Emocional la historia de un piloto comercial llamado Melburn McBroom, que tenía un carácter fuerte y explosivo, al punto que sus compañeros de cabina no se atrevían a hablarle y mucho menos a advertirle algún error por temor a su reacción, al punto que en una ocasión, en pleno vuelo y cuando se aproximaban a Portland, el tren de aterrizaje presentaba problemas y mientras sobrevolaba en círculos y manipulaba obsesivamente los controles, tratando tercamente de solucionar el problema, el indicador de combustible inexorablemente tendía a cero sin que él se percatara de tal situación. Ni su copiloto ni nadie en cabina se atrevió a advertirle por temor a su respuesta. El desenlace de esta historia fue totalmente trágico y se llevo la vida de diez personas.
Esta situación, extrema por demás y guardando las proporciones, la vivimos muy a menudo en nuestras organizaciones, donde por temor a represalias del jefe de turno, los empleados prefieren callar los problemas, ocultar información o no advertir sobre riesgos y demoras que cuando salen a la luz, hacen que la situación ya no tenga solución o sea peor la reacción del jefe de marras.
Ser transparente, en términos laborales, va mucho más allá de la ética y la honradez que se espera de todos nosotros y de los demás, de hecho el termino transparencia se usa más en los estamentos oficiales, respecto al manejo de los recursos públicos.
La transparencia es una competencia, desarrollable como todas, con unos comportamientos observables claros y trabajables que al ejercitarlos cada día se convierten en hábitos y si lo hace toda la organización se crea una cultura de transparencia que redunda en el ambiente laboral y en los resultados de la compañía.
Implica un nivel alto de franqueza en lo que sentimos, pensamos, creemos y hacemos cada día, es ser fiel a los valores propios y a los del equipo o empresa, implica reconocer nuestros errores y equivocaciones y mucha coherencia en nuestros actos, así como la valentía de levantar la mano y hablar cuando vemos que algo que hacen los demás va en contra de las creencias y principios rectores de nuestro entorno.
Eso suena muy bien, pero del dicho al hecho hay un gran trecho, todos sabemos que a muy pocos líderes se les puede dar una retroalimentación cuando hacen algo mal, sobre todo viniendo de alguno de sus dirigidos, pues el ego no lo admite y la reacción, como en el caso de nuestro piloto McBroom, o las posibles represalias que pueden truncar nuestra permanencia en la compañía o bloquear nuestra carrera, pesan más en nuestra mente y generan miedo, un miedo paralizante que puede llevar al traste con todo.
Ahora, para que se cree una cultura de transparencia en cualquier grupo u organización, el primer paso lo debe dar, en mi concepto, el líder, es él quien con su ejemplo, apertura, humildad y dejando la arrogancia que mal aconseja el ego en esas posiciones, debe permitir y escuchar a los demás miembros de su equipo, a sus colegas y a sus clientes.
El hecho de ser el líder, el jefe, la cabeza visible de la organización, o como queramos ser identificados, no implica que nos las sabemos todas o que somos infalibles, por el contrario, estamos más expuestos a cometer errores y con graves consecuencias si no permitimos la transparencia a todos los niveles.
Aunque seguro muchos de los que lean este artículo ya conocen y han visto una muy buena conferencia de TED sobre Transparencia y Meritocracia dictada por Ray Dalio, llamada "Como construir una compañía donde las buenas ideas triunfen", donde su historia es realmente inspiradora, además que él mismo, al instaurar esa cultura en Bridgewater, su compañía de inversiones, una de las más grandes y bien reputadas en los Estados Unidos, ha logrado crecimientos sostenibles por más de 20 años, es decir no es solo un tema de cultura sino de resultados y todo basado en dos principios fundamentales que llevan a la meritocracia: verdad radical y transparencia radical.
Eso requiere de personas con apertura mental, dispuestas a equivocarse y aprender de sus errores y de los errores de los demás para no repetirlos y que quieran alcanzar altos estándares de desempeño apoyados en la verdad y en la excelencia, como dice el manifiesto de principio de Bridgewater.
El liderazgo de hoy ha cambiado y de forma radical, ya los líderes ególatras, mal humorados y con dotes dictatoriales están mandados a recoger y no hablo de que como líder es necesario, o como padres también, un poco de mano dura, de alzar la voz y tomar decisiones radicales algunas veces, pero esa actitud o estilo coercitivo, como menciona Goleman, no debe convertirse en un estado emocional permanente en nosotros, pues es nefasto para una buena cultura y por ende destruye per se los buenos resultados.
Apóyate en los demás para hacer que brillen con tu luz, no para opacarlos con la sombra de tu ego... Ser humilde es de grandes!!!
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